27.2.13

And she will be loved, chapter 35.


-Harry-
Despertar cada mañana a su lado es el mayor privilegio que me podrían haber dado en esta vida. Abrir los ojos, y que ella esté a mi lado es un lujo. Sé a ciencia cierta que no voy a cansarme de esto nunca. Nunca me cansaré de despertarme a su lado, y ver la cara de fastidio que pone a veces cuando la despierto. Pero luego, después del enfado mañanero, y sus malos despertares, siempre hay besos. Muchos besos, uno detrás de otro, cada uno distinto. En cada uno se me dispara el pulso, y tengo la impresión de que salgo volando con ella. Lejos, muy lejos. Le he prometido que después de la gira mundial la llevaré todo lo lejos que podamos. A una isla perdida en Indonesia. ¿O a Nueva Zelanda? O quizás a Alaska, a pasar frío, y tener que abusar de su calor corporal.
Y esta mañana, como muchas otras, abro los ojos, y me la encuentro de frente, con esa expresión adorable que pone cuando duerme. Le soplo la cara, y ella frunce el ceño, y gruñe algo incomprensible. Luego, se tapa la cabeza con una almohada, y gruñe de nuevo:
-Piérdete, Harold.
Entonces, yo me inclino sobre ella, a por su punto débil, el cuello. Le beso el cuello que queda libre, y que la almohada no tapa con cuidado y muy lentamente. Ella no puede evitar suspirar, y se quita la almohada de la cara.
-Buenos días, princesa.- susurro, y ella sonríe- ¿Ya se te ha pasado el enfado mañanero?
-Sabes que tengo mal despertar, y la cargo siempre con la persona que tengo más cerca, tú.- sonríe ella, y se frota los ojos.- ¿Qué hora es?
-Las cinco.
Ella abre los ojos como platos, y me mira, estupefacta.
-¿QUÉEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE? ¡Ya entiendo por qué me despierto enfadada! ¡Yo necesito dormir más!- gruñe, y me da la espalda.
-No seas tonta, anda. Levántate, y vístete. Nos vamos de excursión por ahí.- insisto yo. Ella se gira, recelosa.
-¿Una excursión? ¿A dónde?
-Por ahí.
-Bueno. Me levanto por la intriga, eh. Que te conste.- dice ella, y con pereza se levanta y estira los brazos. Se dirige hacia la maleta, y yo me levanto, y me pongo delante de ella.
-¿No te falta algo?- pregunto yo, sonriente.
-¿El qué?- dice ella, perdida.
-¿Me dejas que te enseñe de qué va?
-Cla...-dice ella, y antes de acabar la palabra que sale de sus labios, pongo mis labios encima. Suelta una risita, y me da el beso de "buenos días."
-Si no te lo recuerdo, se te olvida.- digo yo, poniendo pucheros. Ella ríe, y me acaricia los rizos.
-No me había olvidado, amor.
-Más te vale...- la amenazo, y cojo ropa de mi maleta. Ella ya está afanada en vestirse, peinarse y arreglarse. Yo me visto con rapidez, y la espero, sentada en la cama. Sale, con un jersey, unos vaqueros, un gorro de lana caído hacia atrás, y unas botas.
-¿Qué tal estoy así?
-Perfecta, como siempre. ¿Vamos?
Ella asiente, y salimos de la habitación. Vamos al bar del hotel, y nos tomamos un café para despejarnos un poco. A los diez minutos, salimos del hotel, y nos metemos en un coche que alquilé ayer. Angie entra, sorprendida.
-Tranquila, no es robado.- río, mientras arranco. Ella ríe conmigo. Salimos de la calle del hotel, y ella mira por la ventana, absorta.
-¿A dónde vamos?- pregunta, de nuevo.- ¿Vas a volver a llevarme a un hotel precioso?
-Siento decepcionarte, pero no.- río yo.- Vamos a Dover, a los acantilados (www.sobreinglaterra.com/wp-content/uploads/2009/01/dover.jpg)
-¿Y qué vamos a hacer allí?
-¡Estás muy preguntona tú hoy, eh! Ya lo verás, ahora si quieres duérmete.
Ella me saca la lengua, y luego me besa la mejilla. Coge una manta que reposa en los asientos de atrás, y se tapa con ella.
A los dos minutos, está dormida. Yo río entre dientes, y sigo conduciendo. Ella no lo sabe, pero vamos a los acantilados de Dover porque lo interesante es que son blancos, y voy a llevarla a que vea el amanecer en ellos. La primera vez que estuve allí fue hace dos años, fuimos con unos amigos, y vimos amanecer. El espectáculo fue increíble. Espero que le guste, y el madrugón haya merecido la pena.

Una hora y media más tarde.
Llegamos a los acantilados más o menos a las siete menos cuarto, ya que no había tráfico, dada la hora. Angie sigue plácidamente dormida.
Sigue siendo de noche, pero va a amanecer en poco rato. Estamos aparcados justo al lado de una valla, detrás de la cual hay una caída de demasiados metros. Me desabrocho el cinturón de seguridad. y le beso la mejilla a Angie.
-Amor, despierta, ya hemos llegado.- ella abre los ojos, con pereza, y se incorpora lo suficiente como para darme un besito corto en los labios. Mientras ella se despereza, salgo del coche, y voy a su puerta. La abro, y cojo a Angie en brazos, que comienza a reír. Nos apoyamos en la puerta cerrada, y agradezco que no haga viento. Si no, la temperatura baja que hay ya de por si, sería más exagerada. Ella me cubre con la manta y mira al horizonte, dónde el cielo se junta con el mar. La abrazo, acercándola a mi, y miro también al horizonte, que comienza a teñirse de los colores del amanecer.
-¿Me has traído aquí para... para que veamos el amanecer?- pregunta, emocionada. Yo asiento, y ella sonríe. Me encanta verla tan feliz.
Va amaneciendo, lentamente, y nosotros lo vemos, abrazados.
-No es la primera vez que vemos amanecer, y tampoco la última. Porque espero que veamos esto muchas veces, a lo largo de los años.- le susurro. Ella se gira, clavando sus ojos en los míos. Luego, junta su frente con la mía. Está tan cerca que siento su aliento caliente en mi cara.
-Veremos millones así, uno en cada parte del mundo.- me asegura en un susurro, y luego me besa. Sus labios contra los míos, su lengua explorando mi boca en busca de la mía. Otra vez esa sensación de que no toco el suelo.
Nos sentamos en el suelo, seguimos mirando al horizonte. Mis pensamientos viajan, y mi imaginación se dispara. "Veremos millones así, y uno en cada parte del mundo." Me imagino ver amanecer con ella en una playa paradisíaca, en una cabañita en las montañas, o en Nueva York. O en Tokyo. Puede que incluso en Islandia. O podemos viajar hasta Groenlandia. Con ella, me iría hasta el fin del mundo.
-Harry...- me llama, y yo me giro. Me la encuentro a centímetros de mi, sonriente. Con esa sonrisa tan perfecta.- Gracias por traerme hasta aquí. Siento haberme despertado de tan mal genio...
-No pasa nada, cariño. Eran las cinco, entiendo que quisieras dormir más.- río yo, y le beso la frente.
Pierdo la cuenta de cuántos minutos, o horas pasamos sentados en el suelo, sin distancia entre nosotros. Tapados con esa horrible manta de cuadros, que parece heredada de alguno de nuestros abuelos. Mirando como el sol sube, alejando la noche. Besándonos cada vez que se nos antoja. Vuelvo al mundo, y bajo de mi nube cuando la veo temblar, y decido que nos tenemos que ir.
-Bueno, vámonos, No quiero que te hieles por mi culpa.- digo, y la ayudo a levantarse. Ella sonríe, me besa de nuevo, se mete en el coche, y pone la calefacción. Miro por última vez el acantilado, y entro en el asiento del conductor.
-Ahora, ¿dónde vamos?
-A desayunar en condiciones.- sonrío. Miro la hora: las ocho y cuarto. Hemos estado bastante rato, a pesar del frío. Arranco el coche, y salimos de la zona de los acantilados, rumbo a Canterbury.
Durante el viaje de poco más de media hora, no hablamos casi. Dejamos que Maroon 5 llene el coche, con Lucky Strike, Misery, y no podía faltar She Will Be Loved. Sé que esa canción tiene un significado especial para ella, y le duele escucharla porque le recuerda a Bieber. Pero estoy decidido a cambiar la percepción que tiene de esa canción, así que me pongo a cantarla mientras vamos llegando a la preciosa ciudad de Canterbury.
-Tap on my window, knock on my door, wanna make you feel beautiful.- canturreo yo, mientras ella sonríe, mirando la carretera.
Al final, llegamos a Canterbury, y salimos del coche bajo algún que otro flash. Pero hoy los paparazzis no me van a arruinar el día. Hoy quiero disfrutar de un día libre con la persona más importante para mi. Caminamos tranquilamente por la calle St. George's, hasta un bonito restaurante. Entramos, y nos sentamos en una mesa. Yo pido dos desayunos completos.
-¿Qué es eso de desayunos completos?- pregunta ella.
-Cariño, si vas a vivir en Londres, tienes que empezar a acostumbrarte a estos desayunos. Hay que empezar bien el día, ¡y que mejor que esto!- exclamo yo.
-Que miedo me das...
Un hombre regordete nos sirve al rato un plato con beicon, huevos revueltos, judías estofadas, morcilla, hash browns (especie de puré de patatas frito y con forma de hamburguesa), una salchicha, tomate y champiñones. Luego, nos colocan una cesta con pan tostado. Veo la cara de sorpresa de Angie.
-Dios mío ¿hay que comerse todo esto?
-Llevas sin probar bocado desde ayer por la noche, no me digas que no tienes hambre.- río yo, y empiezo a comerme las judías.
-Pero ¿judías y morcilla?- dice ella, casi con horror- ¡Esto no me entra en el estómago!
-Calla y come.- le insto.
Al final, el apetitoso olor que le llega del plato vence sus prejuicios, y empieza a comer. Sonrío, satisfecho y pido algo de té. Esto ya es otra cosa.
Después de devorar todo su plato, no tiene suficiente, y unta varias tostadas con mermelada. Yo le miro, con sarcasmo.
-¿Y tú eras la que no tenías hambre?
-Déjame.- ríe ella, y sigue desayunando.
Al acabar, nos bebemos el té humeante.
-Me estoy volviendo británica.- suspira ella, y da un sorbo a su taza de té.
-Ni que eso fuera malo, cielo.
-Vuestro acento es raro.-ríe ella.- ¡Y bebéis té a todas horas!
-La del acento raro eres tú, perdona.- río yo, y me sirvo más té.- Y lo del té, si que tienes razón. Creo que bebemos demasiado té.
Al acabar con el té, pago y salimos del restaurante. Son ya casi las diez, así que decidimos dar un paseo. La llevo hasta la enorme catedral, y nos hacemos una foto que va a parar a mi Instagram. "Canterbury con mi pequeña."
Mientras vamos andando, con su brazo rodeando mi cadera, y mi brazo reposando en su hombro, le cuento toda la historia que sé de Canterbury. Algún curioso se nos queda mirando raro, pero nosotros seguimos nuestro camino, como la pareja normal que nos gustaría ser. El miedo a que mi fama nos separe es algo que siempre tengo presente, y uno de mis mayores miedos.
Nos montamos en una barca alquilada, y navegamos por los canales. Desde luego, está siendo un día increíble.

-Narrador-
Después de un desayuno ligero, de ducharse juntos y de muchos besos, Kristen y Liam salen del hotel. Van caminando de la mano, juntos. La gente les mira, muchos por la fama de él, y otros por envidia. Son como la pareja perfecta. La sonrisa que ambos lucen, da a entender que son muy felices juntos. Desde luego, lo son. Sus manos encajan como si estuvieran destinados a estar juntos en esta vida.
-¿A dónde vamos?- pregunta ella, con curiosidad.
-A desahogarnos.- contesta él, y antes de que ella pueda pensar cualquier cosa fuera de contexto, añade:- Y no, no es lo que piensas.
Él estalla en carcajadas, y ella le pega en el brazo, haciéndose la ofendida.
-¡Pero tú quién te crees que soy! ¿Harry?- le chilla ella, mientras él sigue riendo.
-¿Lo dices por qué Harry es un pervertido?- pregunta él, y Kristen asiente. Liam vuelve a reírse con fuerza, y ella no puede evitar contagiarse de sus risas. La felicidad de Liam es pegadiza, como esas canciones que con escucharlas dos veces, se te quedan en la cabeza.
Después de un muy largo paseo, entre risas, besos y abrazos, pero sin separarse ni un segundo el uno del otro, llegan al o2, un estadio gigante.
-¿Y qué vamos a hacer...?- pregunta ella, y él se dirige hacia una ventanilla dónde venden entradas. Pide dos, y paga 44 libras. Luego, les dan arneses, guantes y cascos. Kristen le mira raro.
-¿Escalar?
-Vamos a subir hasta arriba del o2, y arriba se pueden hacer unas fotos increíbles, y puedes gritar algo.- señala él. Se ponen los cascos, los guantes y los arneses. Kristen agradece el que se le haya ocurrido ponerse unas converse, y no esos preciosos botines de tacón que se compró el otro día con Angie.
Comienzan la escalada, que es bastante fácil, ya que no hacen falta las manos, es como subir una escalera inclinada. Kristen lidera la marcha, con bastante habilidad. Al cabo de un rato, llegan arriba. La vista corta la respiración. Todo Londres puede verse desde ahí. Kristen mira a su alredor, maravillada, y saca de inmediato su móvil para hacer una panorámica. Liam llega en ese momento, y la abraza por detrás. Se hacen varias fotos, y entonces él, mira a Londres, y extiende los brazos.
-¡Aunque dudo que haya gente que aún no lo sepa, quiero gritarle al mundo que estoy enamorado de Kristen Jones! ¡La quiero hoy, la querré mañana, y hasta que mi corazón deje de latir, esto que siento por ella seguirá existiendo! Así qué ¿me oís? ¡ESTOY ENAMORADO DE KRISTEN JONES!- grita, dejándose la voz. A ella, se le saltan las lágrimas de emoción. Que alguien proclame algo así por tí, y de esa manera, es emocionante. Cuando él se gira, se besan de nuevo, y ella ocupa el lugar donde estaba él.
-¡Pues yo quiero que el mundo entero sepa, que estoy enamorada de Liam James Payne! ¡Le quiero por encima de cualquier pero, y eso es eterno!- grita, desahogándose. Luego, toma aire, pero él se lo arrebata todo de un beso.
Ahí, en la "cima" del o2, los dos se sienten aliviados por haber sacado de dentro lo que sentían. Aunque todo esto no hiciera falta, ambos saben que están enamorados. Y eso es algo que no va a cambiar. 

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